Fuimos crueles los niños, fuimos crueles.
Pero los mejores amigos eran los perros, esos sí, no abandonaban y no temían enfrentar a perros más grandes si nos amenazaban. Eran perros de esos, amarillos, los que son de la calle pero tienen en donde les den comida y cariño. Si es que se le puede llamar cariño a esa falta de cuidados.
Todo esto discurría en la plena arena, la reciente descubierta, la apenas domada, la del río que se formaba apenas llovía un poco en los agostos. La que no tenía muros y todos pareciamos hijos de todos y eramos la calle misma, en una batalla campal que poco a poco iban ganando las pandillas. Los niños crecen y el fuego lentamente, se apaga.
Cuando vuelves al lugar de antes, se ha vuelto más angosto. Estas horas de sueño son dos monedas grandes en los ojos. Pero puedes sentir que de las cuevas de aquellas montañas bajan aquellos a los que dormía el teatro de las sombras.
Los esclavos caminan cuesta abajo.
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