Me parece que el pensamiento contemporáneo se ha posado en un sitio y está aferrado allí. Es apático, tímido, prejuzga, teme emprender un vuelo amplio y titánico, del mismo modo que tú y yo tememos escalar una alta montaña; es conservador.
-Anton Chejov
Hoy, hacia el mediodía y después de un rumor de que no vendría por atraso de Aeroméxico (uff...) ví y escuché y admiré a Elena. Esta señora, a quien la edad parece no tocarla, estuvo allí, hablando de la gente, de la gente del pueblo, de la que nace la verdadera voz de los pueblos. De las pláticas alrededor de una hoguera, fumando un cigarro. De las soldaderas envalentonadas y luchonas. De los punks que ayudaban a levantar escombro en las ruinas del sismo del 85, en la capital. De como la necesidad de comunicación y la bondad quiebra cualquier tipo de prejucio.
Al finalizar su charla, vinieron algunas preguntas y una de ellas ya se formulaba en mi cabeza, pero no la emití yo: ¿podría haber Amanecer en el Zócalo sin La noche de Tlatelolco? La respuesta fue contundente. Si no hubiese escrito el primero no habría podido escribir el diario del segundo. Y Amanecer en el Zócalo, lo sabemos todos, habla sobre los 50 días del plantón de la Convención Nacional Democrática. Y habla sobre López Obrador, candidato de izquierda a quien apoyé en la campaña, y a quien reconozco como presidente legítimo, dijo.
La respuesta del Centro Cultural ¨Paso del Norte¨ fue efusiva y orgullosa. Los aplausos hicieron eco y algunos gritos se agregaban a la declaración de la escritora: También es nuestro presidente!
Y estoy hablando de Ciudad Juárez, del ¨privilegiado norte¨; pero en esta fue una de las tierras en que nació la democracia. Hablo de Chihuahua. Hablo de que los panistas amnésicos bloqueaban puentes internacionales y se manifestaban fervorosos por la lucha democrática contra el Pri. Recuerdo que mi papá me llevaba en lo hombros. Hoy, todos lo que tienen ojos pueden ver la traición de los panistas, enfermos de poder y de avaricia.
Pero este orgullo es fuerte como el honor. Y el honor nace del pecho, retumba en el corazón y grita y aplaude y se siente parte de algo grande. De algo histórico. Recordar con Elena aquella convención multitudinaria, fue sentir otra vez. No en el corazón de la república sino en un teatro de la ciudad que, por muy a la orilla que esté, también es México.
¿Qué importan pues la burlas y los ataques en la revistas que se jactan de ser literarias y libres, de los que se decían con la fuerza de los pacíficos y que hoy buscan instaurar un estado policiaco y militar? Importan muy poco. La voz que importa es la de la gente y está en la calle y es la voz de la libertad.
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