Dedicado en su integridad a Frida Landa (my wife) con todo el corazón. Este blog está cerrado, disculpe las molestias :)

lunes, septiembre 17, 2007

Demoliciones, parte 2

Hoy me quedé dormido todo el día.

Estando en el sillón, mi cabeza buscaba un apoyo. Mi cuello se estiró demasiado, demasiado, demasiado hasta que algo se derrumbó. Un café sobre una mesa, un boxeador sobre otro, todas las miradas en las ventanas. Todas las ventanas tienen ojos y yo te he visto darte el más bonito de los besos, a través de la persiana. Aunque no he visto tus rostros. Me parece que tampoco las cabezas, como cuando voy en el camión y veo a tres niños flacos corriendo por la banqueta. Solo veo sus extremidades, pero no sus cabezas. No imagino como son y ese pensamiento me persigue día y noche. No oigo lo que sucede. Me gusta masacrar mis tímpanos con la radio cristiana y perderme en la voz oscura y siniestra de los hombres de dios. Las letras de las canciones son malas y todo el amor redunda. Se acumulan apilados y no hay lectura para todo. Como los libros cerrados que compré porque no tenía en que gastarme 27 dólares y odio comprar ropa. Odio comprar tenis, pero sólo hasta que se desgastan.

1. LOUD
2. LOUDER
3. LOUDEST

Creo que no todos estamos muertos, pero creo que nos construimos nuestra tumba. Decorada con la luz de una nube. Por la que veo los ojos, por donde mi cuello cruje y es un árbol y es un zopilote y es todo y nada y siempre y nunca y cada vez y a veces. Todo el tiempo. He bebido mi leche y la acidez de mi estómago se contiene y anoche en otra parte estuve bebiendo una cerveza Miller, The champagne of beer y fumando, uno tras otro, cigarros. Antes, en el supermarket, sucursal del paraíso, una mujer me pedía mi visa y cuestionaba el fín de comprar plátanos y cerveza. Un pastel de chocolate se disponía para llenar cañones pero todo fueron jajás. He vuelto de la realidad y he amado el sonido del tren y me ha lastimado la palabra imbecil. Susurra sobre la almohada injustamente pero no fuera de contexto. Convertido en una cabeza gigante me eché a dormir sobre la alfombra y desperté con todo el cuerpo mojado y el beso de una sirena vampira que barría la entrada al armario. Las hojas se levantaban y por mi ojo izquierdo se asoma la sombra de un fantasma. Stephen King sonreía con el crew de La Torre Oscura y uno leía en cuclillas, y otro soltaba a su novia y una mujer de ébano imploraba una. Sola. Palabra.

El cuerpo se hunde hacía la noche y la mazmorra es púrpura y gotea. Sobre la mesa compartimos la soledad de una comida caliente. Creo que actuo de esa forma solo para tener el pretexto de comer en compañía de alguien. Comer solo es comer cadáveres. Todos los que ya no habitan aquí, se sientan a la mesa y encienden la televisión y el otoño cae de las cortinas.

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