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Recuperar lo que arrebatan, lo que el derecho divino o la esencialidad nos dota. Todos tenemos hambre y cada uno tiene el derecho al alimento y a su producción. A poseer un pedazo de tierra en qué caerse muerto y la libertad por la que no haya que volverse a morir. No lavar la sangre derramada con banalidad, como juzgan los que ahora viven libres, tán libres como se puede en un México asolado por narcotraficantes, políticos catrines y hambre y pobreza y deudas y drogadictos: productores y carne de cañón de un país que juega a ser institucionalmente correcto. Dinero sobra, lo malo es que también los hijos de puta. Ya lo dijo Fito Paez: El mundo está lleno de hijos de puta y hoy especialemente está llena de rutas, no voy a morir de amor. Que los espíritus de los caudillos valerosos se apoderen de cada ciudadano y estén alertas. Mientras los villanos de hoy en día acostumbran el uso del fuego para acribillar la dignidad, los héroes deberemos usar la razón, la educación, la ciencia y el sentido común. Tarde que temprano van a caer los modernos latifundistas, los capataces y sus rastreros falderos.
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