Encender las memorias en un solo fuego, recordar a los que marcaron la vida de uno, cada quien sus muertos, y que ya nomás habitan en nosotros, los que aun permanecemos, llamarada en el petate, carbón que enciende más y casi extingue el vendaval embravecido, el tornado rabioso, permanecer así es un acto de fakir, exhibicionista/voyeurista, nos desnudamos frente al espejo y nos aterra nuestra piel cambiante y nos excita también y por un segundo somos infinitos, cada quien toca el reflejo de plata en su propia soledad, siniestros como somos hablamos con las ausencias e ignoramos a los que piel y huesos y carne viva nos tocan y nos mueven, la espalda desnuda y cálida que ilumina el sol y que no se sabe admirada es la espalda para abrazar, buscar su rostro para besarlo, besar el rostro de la muerte, apacígüate flaca que tenemos la vida por delante.
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