Premoniciones.

Estoy en Cozumel. Vine a visitarte. En esta isla de Quintana Roo, la humedad del mar se pega en los cristales de los carros. Es un paño de sal, ese mismo que se te pega cuando vas llegando a este lugar.

El mismo dia en que llegué escribí un poemita para intentar expresar la dicha, la alegría infinita de cumplir 3 años a tu lado. Tres años en que la distancia ha sido un abismo al que nos hemos echado a nadar tranquilamente. A veces, claro, la marea se aloca dentro de nosotros y caemos de pronto. Siempre hemos estado allí, en la orilla sosteniéndonos, a veces tu, a veces yo.

Ayer me avisaron que en Ciudad Juárez estaba nevando y que así continuará al menos hasta mañana. Desde hace un buen tiempo no veo cubierta de nieve a la ciudad. Para mí es un gran espectáculo. La blancura purifica por algún rato toda visión que se ensaña contra nuestros ojos. Visión de ciudad, de caos, de dolores apresurados.

Este es el último día en este lugar. Voy a soltarme de tus brazos para caer al suelo duro otra vez. Algo me dice, una voz grita, rasguña mi interior para que no me vaya. Quedarme aquí, en este lugar de vaivenes de turistas, este lugar de paz, rodeado de mar, este lugar que no hundió el huracán.

Anhelo.

Esta caída será sobre la nieve. Voy a levantarme, a sacudirme los pantalones, la chamarra. Voy a andar un camino que me lleve a un lugar seguro, un lugar a donde poder invitarte. Un espacio al que llene tu luz. Un lugar de luces dolorosas y sombras reconfortantes, con un jardín.

Entonces el abismo se llenará de hojas amarillas, allí jugaremos y el aire jugará con tu abrigo rojo, con tu cabello y sonreirás mucho y llorarás, a veces.