telenovelas van, telenovelas vienen, siempre la misma historia, y luego la realidad que nos muestran o la muestra de realidad, nunca más allá, ni más acá de lo que quepa en la caja fúnebre de nuestra sala, habitación, automóvil, baño, motel
risas grabadas y la receta eterna del pastelazo, la tentación de un escote en donde todas las mujeres son iguales, grandes mamas, cinturita, piernotas, cabello sedoso y las que no llenan los requisitos son payasas, la burla, las patiñas
¿para qué vamos a preocuparnos por ese espacio inasible, histérico? ¿si cuando alguien asoma su inteligencia le caen encima veinte mastodontes?
lo mejor que tiene es lo que se importa, los que abren sus microfonos y cámaras a los mejores razonamientos son los extranjeros, de aquí hay poco o casi nada y están tán coartados que pueden pasar desapercibidos para casi toda la gente
¿para qué le damos tanta impotancia a la televisión si lo que cambie las cosas no tendrá cobertura total? dejemos que la televisión rasgue sus vestiduras cuando de limosna, cuando juzgue a todos menos al mal gobierno, a los depredadores de niños
dejemos que la tele se encargue de recordarnos, en su eterno e idiotizante olvido, lo que hay cambiar totalmente.
la revolución no será televisada.
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