Yo me pongo a fumar tranquilamente en el patio de mi casa, y mientras el único ruido es de la maraña de humo que asciende y desenreda, de no tan lejos viene la música, un sonido de una guitarra, un sintetizador y el ritmo más simpático del mundo. Después sabes que lo próximo a decir no será sino un coro horripilante que canta aleluyaleluyaleluyaleluyaleluya (no hace falta decir ad nauseum).
La luz de la tarde es perfecta, la paz viene de lejos, por teléfono, acabo de entrar en éxtasis con el siempre bendecible video de Radiohead, There, There. Me siento The Boney King of Nowhere, semioscuro se ilumina mi rostro, el cigarro sin filtro, Delicados (los mismos que fumaba Sabines) sintiéndome en correcta sintonía con esa entrañable amargura, esa soledad, arruinada soledad sin uno mismo, descalzo, con la antena apuntando al satélite correcto. Nuestras voces la de ella y la mía se enredaron en el espacio sideral, atravesaron el cielo, se casaron con las estrellas y la noche universal, y el brillo del sol flotante. Todo parece perfecto. Música de las esferas.
Pero la música cristiana lo arruina. Arruina mi pedacito de cielo, mi mirada entre ladrillos y muros frescos y humedad, bosque así. Bosque de criaturas. Cuervos mirando de lejos. Cocinándose adentro un verso, un verso igual que otros pero recién nacido. Cómo no estarse alegre en la telaraña de humo y casas empalmadas.
Los vecinos lo arruinan todo. Su croar loar no me alegra mucho. Y menos si el joven de la casa corea la alabanza. Maldito, maldito sea. Abro la puerta, corro desesperado a la televisión, pongo el video en la que (a Dios gracias, o al diablo) grabé There, There. Los tambores tribales resuenan. Me dejo llevar hasta el patio por esa melodía tenebrosa, In pitch dark, se canta celestial. Y vuelvo a mi lugar de ausencia, a mi dulce amargura, a encender otro cigarro. A aturdir la alegría, que en el Señor, mis vecinos encuentran.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario