Con tanta inseguridad
en esta puta ciudad decidí levantar una barda de 5 m de alto, perimetral, en mi casa. Lo malo es que me quedé afuera y la verdad no le puse puerta, pues para que no se fueran a meter.
Justo cuando pensaba en una solución lógica, como suicidarme, se me ocurrió pedirle de favor a un pobre diablo que se dedicara al hurto de casas que me ayudara a salir de mi aprieto y a entrar a mi hogar.
Justo en ese momento pasó un tipo de traje, corbata echada a la espalda y zapatos italianos -supongo, no los escuché hablar- y me dije, este de seguro es uno de esos inversionistas que se las están viendo negras. De seguro por un pan y un puñito de sal, me anda ayudando.
Lo solicité con toda amabilidad. Accedió.
De un triple salto mortal y con absoluta y delicada elegancia ingresó a la casa, como todo buen ladronzuelo que es, pero no me ayudó a entrar a mí.
Un buen día metió a su familia. Hasta a sus perros metió: un par de Schipperkes, hermosos.
Me gustaría que alguien me ayudara con mi problema porque la verdad, hace frío todavía y pues no quisiera yo molestar a mis nuevos inquilinos. Se ven decentes. No tán católicos como presumen.