Cuando vemos a alguien diferente a nosotros, algo nos salta en la cabeza que nos asusta, que nos pone a la defensiva. Lo consideramos infrahumano. Sentimiento de pena ajena y terror nos relampaguean y no nos dejan ver con claridad.
Pero entonces aquí yo que estoy escribiendo me pongo en la posición de los normales. Como que no podemos imaginar ser diferentes. Lo diferente siempre es el otro, la tercera persona. Nunca uno. El standard lo crea uno a partir de uno mismo.
De allí que el asombro se multiplique. Uno no se puede pensar que es diferente, uno es igual a los otros, uno no es raro.
Los raros están en el circo, en la calle pidiendo limosna, en los hospitales, en ciertas familias. Y si tu lo fueras? ¿Que tal si lo eres? Que tal si cuando le das la esplada a tu nicho social, estos hablan de ti, como el freak?
Aun así, no pareces TAN raro, ¿no? Hablamos de otro tipo de extrañezas, las muy evidentes. Estamos hablando de 1932, año en que se realizó FREAKS del director Tod Browning. No ahora cuando se reconocen los derechos de loas personas con capacidades diferentes, un mundo (siendo optimista) en donde pueden desarrollar sus propias habilidades (muchas veces más sorprendentes que los que estamos completos), sin tener que ser parte de algún bizarro espectáculo rodante.
Pero la pregunta era simple al principio de todo esto: Si fueras mujer y te saliera barba, ¿te la dejarías crecer para sacarle provecho? Te unirías a un circo, viajarías por el mundo, visitarías ferias, serías la estrella central de un freak-show. Tus amigos serían alguien sin extremidades, un hombre-pájaro, el hombre esqueleto, los enanos. Vivirás una historia de engaño, humillación y ofensas. Todo en un portentoso blanco y negro.
Pasará el tiempo y no sabrás si viste la película o la soñaste, algo parecido al meme de los que creíamos haber visto The Elephant Man de David Lynch... habitará por siempre un rincón polvoriento y telarañoso de tu cerebro...
1 comentario:
Qué post tan reflexivo..
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