El hogar de nuestro hospedaje es una familia de esas que del rancho, fueron empujados a la periferia de la ciudad. De lidiar con animales de granja a batallar con las bestias urbanas. El reino del concreto y esas cosas. La familia está compuesta por la madre, el padre, 4 hijos de los 4 a los 14 años de edad, dos tías maternas solteronas y la viuda abuela paterna. Todos aparentan ser normales. Tan normales como pueden ser unos rancheros en el exilio.
Nina sospecha que nuestro Ícaro es, sin duda, la mayor de las tías, quien además de levantarse pasado al mediodía de todos los días es la que desprende un aire de locura. Algo en su mirar, algo en su modo de actuar. De estar hablando de los parientes que se quedaron en el rancho aun a pesar de la sequía, pasa súbitamente a hablar del estado precario de sus muelas, y después a un tema tán profundo como la cuestión de si Dios está en todas las cosas, entonces está perdido, o una parte de Dios está perdida porque ayer mismo olvidó su peineta en un camión (la tía, no Dios). Todo esto en un corto y repentino ataque vocal, para después guardar el más sepulcral de los silencios. Pero yo más bien sospecho del muchacho adolescentemente raro de 14. Pero sólo es porque recuerdo la película de Equus...
Lo malo es que nuestra duda se prolonga en largos e insomnes debates. Y nos cuesta trabajo levantarnos al desayuno de las siete de la mañana. Además nuestra labor de observación es cada vez más descarado. Nuestro escrutinio cada vez se disimula menos entre la caja de corn flakes y el otro lado de la mesa en donde alguno de nuestros sospechosos, siente como npuntas de daga nuestra mirada fija. Nina es la más obsesiva. Una vez la descubrí interrogando demasiado al menor de los niños, con la esperanza de sacarle la sopa. ¡Pobre chamaco, tan pequeño y ya fue sometido a su primera tortura psicológica!
¡Todo esto tiene que acabar pronto! La abuela cada vez nos mira con más desprecio. Sabe bien que estamos dudando de la integridad de su familia. Estamos a punto de volvernos más locos que nuestro Ícaro misterioso...



¿Quieres que te lleve algo? Ya llevo una dotación de Reeses y Cherry Coke. Suficiente provisión, ¿no crees? Partiremos a donde quieras. ¿Aún quieres estudiar restauración? Llévate el libro de cuentos de Cortazar y el de 10 años de Mafalda! Yo ya llevo el disco de Modest Mouse que te prometí.
Algunas del norte, otras del sur: descubro que la miseria es la misma: puede cambiar un poco la decoración el panorama, del primero al tercer mundo, la miseria es siempre la misma: con well faire o con microscópico sueldo, con todo el esfuerzo que se le puede exprimir a un hombre o en una habitación llena de niños embarnecidos, calefacción, cable tv. La miseria es la misma en todas partes. En todas partes los pobres nos miramos con distancia y los más pobres, los que tienen menos que nada, esos miran con odio, esos se reúnen como hormigas y destazan al vecino con la mayor desgracia. Siempre una desgracia aplastará a otra, nos acomodará en su lomo y avanzara cuesta abajo, a la total derrota. 
