El círculo tiene solo un lado.
Estoy aquí me pongo a tararear. La tormenta se ha vuelto esta suavidad del dia. Dia que a ella le gusta, con cielo deslavado. Y yo me pongo a recordar a Wal-Mart. Y es que coinciden los aromas. No sé qué haré la próxima vez que vaya por sus pasillos. ¿Me pondré a reír en la fila de la caja registradora? ¿Iré a abrazar la ropa femenina? A una chamarra beige posiblemente. Pero otras cosas me recuerdan a ella. Los escudos de las entidades federativas, el mirador con banderota, calles y parques. Callejones. Iglesias.
Volviendo a los aromas. En mi adolescencia, estrenaba el rompimiento de mi corazón, el olor a espray para el cabello, marca Caprice me ponía a llorar. De mi niñez, el aroma a humedad me remite a la tía-abuela Inés, enferma mental, que vivía en un cuarto, ella sola.
Volviendo a estos días, transcurren por adentro del pecho, los respiro de lejos, y huelen a ella. Exhalo un hálito de esperanza. La imagino en donde la conocí caminando de vuelta a su intento de casa. En la penumbra. Y sé que ella se acuerda mejor que yo de muchas cosas. Yo me acuerdo de un faro, que me alumbraba mientras reía y lloraba por la bocina del teléfono. Primera noche después de despedida y promesas. El autobus me llevó a ella. El autobus me separó de ella. El autobus me llevará de nuevo con ella.
Conservo los boletos, uno de ellos sin usar, significa un día más. Un día más. Y la felicidad gira en el ventilador y en una caja roja se conservan los besos. Huelo esto. Y vuelvo a vivir los dos días en la vida. Los dos primeros del resto de nuestra vida...
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