FIN DEL NO-MUERTO. FIN DE TODO. EL FIN.
Los amigos que el no-cadáver nunca tuvo en vida, los obtuvo en la no-muerte. Seres extraños, unos llenos de saña y otros de lástima, congoja o piedad, se acercaron a conocerlo, como a un monstruo en una feria de fenómenos. Hay que decir que el no-muerto fue un tipo gris mientras vivió. Mediocre por naturaleza, imbecil por convicción y estúpido por creencia. Lo único bueno que hizo en toda su vida fue morirse. Y morirse mal.
El necrólogo decidió viajar a la playa, tomar un bote, acabar de una vez por todas con ese error de la naturaleza y arrojarlo al mar.
El Médico convenció, sin mucho esfuerzo, a quienes atestiguaron el proceso del tipo que un día se medio murió. Los testigos, no importa cuántos, ayudaron al Necrólogo en la procesión macabra hasta la orilla del mar.
Noche de verano.
El necrólogo hace una disección en el torso móvil. Habilidoso cirujano, extrae los pulmones con todo y tráquea y entrañas. Le ata cuatro piedras de jade y lo deja caer al mar. Al cuerpo, ya inerte, lo pisotean entre todos, con tal furia que dejan al cuerpo convertido en menudencias, las que mas tarde alimentará a las gaviotas del puerto.
El asesino con cierto aire de indulgencia, dice: cuando tengas ganas de morirte, no hagas tanto escándalo, muérete y ya.
Los no-dolientes sonríen. Para luego caer sobre sus sombras.
El necrólogo dispara en sus espaldas. Después se da un tiro en el corazón.
Hay una nueva especie que respira eternamente en el profundo océano, en la oscura conciencia marina. Una pieza de los hombres espanta a las criaturas que no conocemos todavía…