El hombre elefante, un hombre de su tiempo
Dios, sí Dios, ayer me dijo via e-mail, que la única forma de salir del bosque de árboles que ululan, era la tala desmedida de árboles que ululan. Pero, cómo talar tanto árbol sin pecar, después de todo un árbol tiene vida, vegetal, pero vida. Y más los árboles que ululan. Me dijo que nada es pecado sino el pecar. Nada es pecado sino el pecar. Nada es pecado sino el pecar. Ah qué bonita frase estilo zen. Muy bonita pero no acabé nunca por entenderla. Pero de pronto me di cuenta que no había nada escrito sobre lo que yo podía o no hacer. Entonces, sin ninguna tabla-roca moiseanica (?) que me dijera lo que es y no es pecado, accedí a la tala desmedida de árboles que ululan… ¿Dios? No, no, no, no, no, no, no. Yo ya no sé ni qué escribir acá. Ni en ninguna parte. Pero bueno, ya todo está escrito. Todo está escrito… pero casi nada he leído. Me invade el mesianismo. Automesianismo desmedido: siempre estoy esperando bajar cabalgando una nube para rescatarme de bosques de árboles que ululan. Siempre. También tiendo a exagerar sobre la duración de todo, siempre. Pero también siempre soy irremediablemente bestial. Y nunca pero nunca, nunca encuentro el método para nada. Ojalá me hubiera decidido a ser científico en vez de andarle buscando tres pies al elefante.
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Hace 3 semanas.
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